Cuando hablamos de enojo, imaginamos inmediatamente al hombre que pelea desde su auto con el tránsito, o a la madre que le grita a su hijo por no obedecerla, o a los fanáticos que hacen ademanes violentos desde las gradas en un partido de fútbol… o hasta a ti mismo frunciendo el ceño y lanzando una mirada fulminante.
Las escenas de enojo no están sólo en los noticieros, están en la calle, en nuestro lugar de trabajo e, incluso, dentro de nuestros hogares. Y aunque el enojo sea natural en el ser humano, deja de ser aceptable cuando nos hacemos daño a nosotros mismos o a otros. ¿Es posible aprender a reconocerlo en nosotros como para asumir hacer los cambios necesarios, ya sea para salvar nuestra propia salud y la de quienes nos rodean? Veamos esto y algo más.
Casi 1/3 de las personas dicen que tienen un amigo o familiar que tiene problemas para controlar la ira y la irritación.
Una de cada cinco personas ha terminado una relación o amistad debido a la forma en que la otra persona se comportó cuando estaba enojada o irritada.
de las personas está de acuerdo en que, en general, los seres humanos se están volviendo cada vez más irritables o enojados.
¿Qué es el enojo?
La American Psycholigical Association, en su página web, deja claro que “el enojo es un estado emocional que varía en intensidad desde una irritación leve hasta una furia e ira intensa. Como otras emociones, está acompañada de cambios psicológicos y biológicos.” Mayo Clinic, en su portal, nos afirma que “la ira es una respuesta natural a las amenazas que se perciben. Hace que el cuerpo libere adrenalina, que los músculos se tensen y que la frecuencia cardíaca y la presión arterial aumenten. Es posible que tus sentidos estén más agudos y que tengas el rostro y las manos enrojecidos.”
A todos nos consta lo que es sentirse enojado, pues lo hemos experimentado, justificada o injustificadamente, producto de un factor externo (alguna persona o el tránsito, por ejemplo) o interno (problemas no resueltos, preocupaciones). Tomando en cuenta esto, reflexionamos que el enojo va más allá de ser sólo una natural emoción humana, pues puede ser sólo el detonante de que algo más complejo esté pasando en nuestro interior.
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Hablemos de emociones
Según la psiquiatra Stephanie Van Ulft, en el folleto “Get a grip! Managing moods and emotions”, las emociones son claves en nuestra supervivencia y adaptación, permitiéndonos compenetrarnos con otras personas y con nuestro alrededor. Sin las emociones, las personas no podríamos expresar amor o tristeza, ni estableceríamos conceptos morales. Las emociones son fundamentales en nuestra vida, y con respecto al enojo, por ser una de estas tantas emociones naturales, no siempre es incorrecto manifestarla, pues nos ayuda a compartir lo que nos está preocupando o nos empuja a actuar positivamente o es como una fuerza que nos lleva a protegernos y sobrevivir.
La clave en realidad está en saberlo manejar. Cuando es de forma contraria, entonces es autodestructivo. El enojo pobremente manejado es la raíz de muchos problemas físicos, sociales y emocionales, incluyendo la mala salud, las enfermedades crónicas, la depresión, las relaciones infelices, la violencia, y el crimen.
En Efesios 4:26-27 se nos dice “Enójense, pero no pequen; reconcíliense antes de que el sol se ponga, y no den lugar al diablo”. En la primera parte de este texto podemos encontrar algo de consuelo al aceptar esta emoción como natural en seres humanos como nosotros, sin embargo, la segunda parte nos advierte de poner el mayor cuidado en lo que hacemos con esa emoción.
¡Estamos aquí para escucharte!
¿Qué sucede en el cuerpo cuando me enojo?
Un artículo de noticias del portal Universia, nos describe cómo un grupo de científicos de la Universidad de Iowa realizó un estudio para captar a través de un escáner lo que sucede en el cerebro cuando se dispara el enojo. A un grupo de participantes se les pidió desarrollar una tarea que luego sería rechazada sin justificación alguna, a fin de provocar en ellos su enojo y así captarlo con los equipos.
Observaron que al desatarse la ira se activaban dos zonas del cerebro: la corteza cingulada anterior (ACC) que se encarga específicamente del control de las emociones, y la corteza dorsolateralprefrontal (DLPFC) que se encarga de la toma de decisiones racionales, por lo que impide que nos dejemos llevar por los impulsos. En un estado de enfado puede llegar a agotarse y deja de funcionar. En el estudio, vemos que los participantes expresaron enojo ante la frustración de una expectativa no alcanzada, y la vinculación en nuestro cerebro entre el control de la emoción y la toma de decisiones. Por otra parte, hay otras reacciones biológicas que también se dan al enojarnos, como el aumento de la frecuencia cardíaca y la presión arterial, del nivel de hormonas de energía, de adrenalina (el organismo produce y almacena esta sustancia, y la libera en situaciones de alerta, estrés, miedo, peligro, ayudando al cuerpo a enfrentarse a este tipo de situaciones) y de noradrenalina (sustancia química que libera la glándula suprarrenal en respuesta al estrés y la presión arterial baja). No está de más alertar que el enojo, la ira o la agresividad producto del estrés, está fuertemente ligado a enfermedades cardiovasculares.
En su artículo «El cerebro y la ira», el Dr. Luis M. Labath afirma que, dado que las emociones están muy relacionadas con los pensamientos, las personas pueden «vivir» una situación de diferentes maneras. Una primera reacción del cerebro nos prepara para enfrentar la situación rápidamente, luchando o huyendo. Justo después de eso, hay otra reacción que dura un poco más y evalúa la situación en su conjunto, dándonos una mejor idea de cómo reaccionar de la manera más adecuada y en la medida correcta. Esta segunda reacción puede durar horas o días. Cuando esto sucede, la persona puede irritarse por cualquier cosa
Cada uno de los nuevos pensamientos irritantes se convierte en un desencadenante de una nueva descarga cerebral, y la persona termina encerrándose en un pensamiento lógico y racional, sin considerar las posibles consecuencias de sus acciones. La persona entra en un ciclo, alimentando una sensación de poder que puede conducir a la agresión. En este punto, está regresando a la forma de reacción más primitiva.
Sumando a lo anteriormente descrito hay algunas otras manifestaciones del enojo en nuestro organismo:
- Aumenta la presión sanguínea, lo que con el tiempo puede provocar un deterioro en las arterias.
- Se eleva el pulso cardíaco y se genera taquicardia.
- Aumenta la producción de sustancias químicas como la adrenalina, lo que altera el equilibrio natural del cuerpo.
- Se desequilibra el sistema inmunológico.
- Se provocan contracturas, dolores musculares y jaquecas.
- Se acelera la respiración, provocando que el corazón bombee con más intensidad.
- Aumenta el riesgo de padecer algunas enfermedades como gastritis, colitis y dermatitis.
- Pulso cardíaco y presión sanguínea más bajos.
- Se duerme mejor.
- Se digiere mejor.
- Mejores relaciones interpersonales.
- Mejora en la habilidad de resolver problemas.
- Comunicación más constructiva.
- Incremento en la auto-disciplina y la auto-confianza.
Desencadenantes o causas del enojo
Hemos visto que el enojo pobremente manejado es la raíz de muchos problemas, incluyendo la mala salud, las enfermedades crónicas, la depresión, las relaciones infelices, la violencia, y el crimen. Esto se complica aún más debido a nuestro temperamento y nuestra constitución química, y a factores como:
- Nuestros deseos
- Exigencias y expectativas
- A los modelos familiares que tuvimos mientras crecíamos
- A débiles enseñanzas en la expresión y manejo adecuado de la frustración
- A las tendencias heredadas
- A la neuroquímica cerebral o las enfermedades no diagnosticadas
En nuestro mundo hay muchas cosas que no están bien: personas sin hogar, hambre, guerra, abuso físico o verbal, injusticias por las cuales debiéramos enojarnos, pero hay otras veces en que el enojo no es tan claramente justificado. Puede surgir a causa de una amenaza contra nuestra seguridad, identidad o control, que algo está fuera de orden, por ejemplo. Entre las causas más comunes del enojo describimos:
- Frustración, debido a la indiferencia que percibes porque a nadie le importa lo que piensas o sientes.
- Injusticia, pues haces una labor excelente en tu trabajo, pero no ganas lo suficiente para pagar tus gastos o consideras que mereces ser mejor recompensado.
- Factores que te hacen sentir que no tienes el control, como vivir cerca de una zona de constante tránsito.
- Orgullo herido o vergüenza, ser ofendido o que te hagan pasar vergüenza.
- Desilusión, cuando tratas de ser parte de un grupo nuevo de personas pero nadie habla contigo.
- Traición, sentir que un amigo ha fallado en tu confianza.
- Pérdida al morir un ser querido o ser despedido de tu trabajo.
- Necesitas tener la razón.
- Estrés, vivir el día a día con una agenda muy apretada, y sobrecargado.
- Impaciencia, te cuesta saber esperar.
- Conflicto con tus valores, como con la impuntualidad de otras personas versus tu siempre perfecta puntualidad.
- Fatiga, al no dormir suficiente, por lo que a menudo estás al límite de tus energías.
Hay otras situaciones que también nos llevan a la pérdida de control o a estar irritables, como las desilusiones, las demasiadas demandas, el sentirse acelerado o falto de tiempo, el descontento, la envidia, o los celos, los cambios en la rutina, la enfermedad o incapacidad física, escuchar y poner atención a los comentarios negativos y a las críticas, estar cerca de personas malhumoradas o poco positivas. Piensa en los últimos días, semanas, o meses. ¿Recuerdas haberte enojado por alguna de esas razones?
Ya hemos visto que es natural enojarse y que todos estamos propensos a diversos factores que nos lleven a enojarnos. Sin embargo, si nos enfadamos con cierta facilidad o frecuencia, podríamos ser vulnerables a tener explosiones de ira, esto es reaccionar de forma violenta y repentina con gritos, insultos, lanzar o golpear cosas, o, incluso, a personas, siendo lo más frecuente las personas más cercanas, cónyuges, padres, hijos, compañeros de trabajo o amigos.
El enojo lastima nuestras relaciones
¿Hasta dónde llega nuestra capacidad de razonar cuando esta emoción aflora? ¿Con qué frecuencia manifiesto enojo? ¿Qué tan lejos puedo llegar o estoy llegando cada vez que me enojo? Estas son preguntas que nos llevan a reflexionar profundamente, sobre todo cuando somos los protagonistas de lastimar, humillar o dañar a alguien. Al final de cuentas, la reacción equivocada de nuestro enojo es como un bumerang, lo lanzamos a los demás descargando nuestra frustración, pero en algún momento regresa, dañándonos a nosotros mismos aún más. Nuestras palabras son herramientas para construir o para destruir, y en estas palabras existen una variedad de raíces:
- La ira misma: las personas enojadas son peleadoras potenciales que buscan un sitio donde producir conflictos.
- La irritación: las palabras hirientes provienen de la irritación que se produce cuando las personas se estrellan contra nuestras vidas bien organizadas.
- La desilusión: las expectativas rotas hieren, y nuestro espíritu desilusionado queda expuesto en la manera de hablar.
- La impaciencia: Las personas «ansiosas» tienden a demostrar su impaciencia por la manera de hablar.
- El estrés: las personas que están sobrecargadas tienden a usar palabras más cortantes que aquellas que viven en un ambiente relajado y organizado.
- La culpa: cuando un culpable es confrontado con su falta, responde ásperamente.
- La inseguridad: las palabras airadas debilitan las relaciones e incrementan la inseguridad.
Cuando el enojo pasa a un estallido de ira, estamos expuestos a ejercer violencia o agresión, atentando contra el bienestar de otros, como nuestra pareja o hijos. Hemos visto casos de violencia intrafamiliar donde la ira ya descontrolada acaba con la vida de madres o padres y hasta hijos a manos de un arma de fuego o punzocortante. En otros casos, lo vemos cuando se ejerce un acto violento contra una o varias personas a quienes se les responsabiliza de una humillación o injusticia. En casos como estos ya no hablamos de un enojo común, estamos entrando en el profundo terreno de la salud mental donde otros factores más complejos son protagónicos.
¿Cómo manejar el enojo?
Aprender a expresar tu enojo en forma apropiada es un desafío, que requiere aceptar el enojo, aprender a entenderlo y a tratarlo. El enojo es una oportunidad para reflexionar sobre ti mismo y para aprender a resolver los conflictos. El objetivo del manejo del enojo es reducir esos sentimientos intensos y reacciones fisiológicas. Si tu caso es que no puedes distanciarte ni cambiar las situaciones o personas que te provocan el enojo, puedes aprender a controlar tus reacciones.
Los especialistas en salud mental miden, a través de pruebas psicológicas, la intensidad de los sentimientos de enojo, cuán propenso es una persona a la ira, y qué tan bien puede manejarla. Si has reconocido que tienes un problema de mal humor o enojo, es posible hacer algo para detenerlo, siempre y cuando pongas voluntad en ello y tomes la responsabilidad de tus propias emociones sin culpar a otros o a algo. Generalmente cada uno de nosotros podemos encontrar varias formas de lidiar con el enojo, y otras veces necesitaremos de mucha más ayuda, incluso especializada y de terapias. Estas son algunas formas más comunes de lidiar con el “mal humor”:
- Reestructura tus pensamientos negativos. Cuando estamos de mal humor, a menudo vemos las cosas “blanco o negro”, “todo o nada”, o de la forma más pesimista posible. Dale más cabida a pensamientos positivos.
- Descansa al menos de 7 a 8 horas de sueño por noche. El poco sueño contribuye a la irritabilidad y al mal humor.
- Haz ejercicio y aliméntate saludablemente. El ejercicio promueve la liberación de sustancias químicas del cerebro que ayudan a elevar el humor, haciéndole “sentir mejor.” Una apropiada combinación de alimentos contribuye a un sentimiento saludable de estar bien.
- Canaliza la energía hacia metas positivas. En lugar de invertir energía en estar triste o molesto, utilízala para trabajar en algún proyecto o actividad de bienestar.
- Discúlpate si has lastimado a alguien producto de algún enojo. No permitas que los resentimientos y la envidia crezcan en ti.
- Habla con alguien acerca de los problemas o angustias. Compartir tu carga con alguien con empatía, te ayudará a hacer más ligera tu carga.
- Invierte tu tiempo en ayudar a otras personas, esto libera energía en actividades de bienestar y te genera un sentimiento de utilidad.
- Reflexiona en aquellas cosas que te hacen enojar y evalúa si realmente valen tanto como hacerte generar ese daño interno y en otros.
- Acepta si tu enojo va más allá de lo leve, si es frecuente o si sueles estallar en ira. Busca ayuda inmediatamente con un profesional de salud mental.
- Antes responder ante lo que consideras una provocación, toma un tiempo para pensar lo que vas a decir; y si es necesario, retírate del lugar del problema, recupera la calma y vuelve a enfrentar la situación.
Ya llegaste hasta aquí, ¿qué le parece dedicar unos minutos más para realizar el test a continuación y tener una idea de cómo es su nivel de irritabilidad? ¿Cuánta ira puedes absorber en tu día a día? Si tu “Índice de irritabilidad” es demasiado alto, significa que estás reaccionando de forma exagerada a las situaciones que enfrentas, y muchas de ellas pueden convertirse en un campo de batalla.
La “Escala Novaco” creada por el Ph.D y Profesor de Psicología Raymond W. Novaco, de la Universidad de Indiana, presenta 25 situaciones que pueden surgir en nuestra vida. Para cada una de ellas, responde de manera honesta cual sería tu nivel de irritabilidad.
¡Estamos aquí para escucharte!
¿Y qué más?
Todos estamos sometidos a demandas continuas que pueden provenir del trabajo, del hogar, de la pareja, de los padres, de los hijos, etc., sumadas a nuestras propias expectativas de lo que esperamos de los demás, de la vida, del gobierno, de nosotros mismos, etc. Pero cuando chocamos con la realidad de que estas expectativas no se cumplen, llega ese momento de quiebre donde nos enojamos o enfurecemos como un volcán que explota y esparce lava quemando quien esté cerca… y luego, aflora la culpa, la tristeza por la forma en que nos comportamos o el daño que hicimos.
En este punto, si estás leyendo este material es porque necesitas orientación sobre este tema, ya sea para ti o para alguien más, así que te animamos a que no te des por vencido y a buscar el apoyo necesario. Recuerda que con voluntad y una guía apropiada puedes aprender a manejar estos episodios de enojo. Somos criaturas complejas que hemos sido creadas a la imagen de Dios. Pero luego de la Creación, el ser humano desobedeció a Dios y cayó en pecado. Como resultado, las injusticias y los sufrimientos pasaron a ser parte de nuestra vida. Pero Dios puede ayudarnos, a partir de nuestras debilidades, a reconocer que somos seres humanos que necesitamos de otros para convivir en armonía y en comunidad. En momentos donde esta armonía y paz se quebrantan, podemos recurrir a Él para encontrar el consuelo y la fortaleza para enfrentar y superar las situaciones de enojo de cada día. Reconocer que precisamos ayuda es el primer paso. Y tú ya comenzaste a transitar ese camino.