Por Omega Martínez, Directora CPTLN México
“¡Salvación por mí y por todos mis amigos!” … Es una frase que usaba en un juego de niños en donde quedábamos inmóviles, como estatuas; el compañero más rápido y hábil podía salvarse a sí mismo y no solo eso, ¡También a los más pequeños, débiles, indefensos, todos sus amigos! ¡Wow! Ahora todos estamos habilitados para una segunda oportunidad, más tiempo para mejorar y ahora ¿Por qué no? ¡Ayudar a mis amigos!
Era un juego casi interminable y muy divertido, siempre podíamos estar seguros de que alguien estaría ahí para salvarnos y continuar…
Pero, ¿qué sucede ahora? Las cosas han cambiado bastante, ¿no es así? Estamos ocupados en nuestras vidas, en la escuela, la familia, el trabajo difícilmente puedo salvarme ¿Cómo me ocuparé de alguien más?, o tal vez pensamos “Yo no necesito de nadie, solo me las he arreglado muy bien”. ¿Qué sucedió? ¿Cuándo cambiaron tanto las cosas? ¿Dónde están esos amigos en quienes confiaba? ¿Ellos confiaban en mí? ¿Cuándo comencé a ser tan indiferente?
La verdad es que los reveses de la vida me han enseñado que el hombre no está hecho para vivir solo, a veces pensamos que no necesitamos nada de nadie, que somos capaces de resolver cualquier problema y en cierta forma es cierto, tenemos capacidad de resolución de conflictos, pero hay momentos en donde la vida nos revela nuestra incapacidad ante ciertas situaciones, que necesitamos que alguien nos “tienda una mano” generalmente, nuestra primera red de apoyo es la familia y a veces un buen amigo.
Ahora la pregunta es la siguiente: ¿Somos agradecidos con las personas que nos «salvan». ¿Por cuánto tiempo estamos dispuestos a tender la mano? Espero que la respuesta sea sí, y es que pedir ayuda y aceptar que la necesitamos no siempre es fácil, es más sencillo ser indiferentes, y después de varios tumbos, bajar la guardia y reconocer que no estamos solos.
Ser agradecido, nunca está fuera de tiempo, hay muchas cosas que damos por sentado que así son porque nos acostumbramos a ellas, qué te parece dar gracias por la vida, los sentidos, por nuestros padres que nos regañan constantemente, nuestros abuelos, el trabajo, incluso si no me gusta, por los alimentos … tal vez con una enfermedad, pero con la esperanza de un amanecer nuevo.
Hoy las cosas no son tan distintas de cuando jugabas y gritabas “Salvación por mí y por todos mis amigos”, también ahora, puedes estar seguro de que hay alguien que está dispuesto, esperándote, buscándote una y otra vez para ser cercano a ti y salvarte, ese es Cristo quien quiere darte todo lo que es él para acompañarte cada día. ¿Salvarte de qué? De esas conductas auto destructivas, de la soledad, de la tristeza y desesperanza, quiere que recobres la alegría confiando en él y su obra, teniendo certeza que él está en medio de las dificultades pendiente de ti para acompañarte y guardarte todos los días de tu vida.
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