Por Victoria Aviles, Ciudad de México
Cuando me pidieron hablar sobre juventud, ciertamente me sentí emocionada; pero cuando comencé a escribir, me sentí un poco nostálgica; y es que debo confesarles que… “ya no me sentí tan joven”; pero al comenzar a capturar este texto, pude experimentar como mi corazón y mi alma se alegraban, y entonces comprendí que la juventud es algo más allá de un número…
Y es que cuando hablamos de los jóvenes, podemos pensar en todos los cambios que han sufrido a lo largo de los años, muchas personas comentan acerca de lo diferentes que son ahora, en cuanto a ideas, educación, costumbres, creencias, etc., o podemos imaginar chicos de entre los 14 y 20 años. Fácilmente podríamos enfocarnos en esto y plantear diversas situaciones entorno a la edad o las cosas que han cambiado, pero hoy me gustaría tomar otro rumbo, escribir sobre la juventud que no se rinde a pesar de las adversidades que ha traído la pandemia, los que trabajan día a día por construir sus sueños, los que estudian a pesar del cansancio o las dificultades, los que anhelan un mundo diferente en el cual existan más oportunidades, los que son empáticos, los que aman, los que tienen fe y hablan de ella sin miedo alguno.
Jóvenes que se vuelven testimonios vivos, en su forma de hablar, actuar, en amor y fe; y son estos chicos los que día a día nos motivan a seguir soñando; hablando de esto… recordé un bello pasaje bíblico. “Que nunca te abandonen el amor y la verdad, llévalos siempre alrededor de tu cuello y escríbelos en el libro de tu corazón”– Estas bellas palabras nos recuerdan que aunque las situaciones sean difíciles, tenemos esperanza y un amor inagotable en Cristo Jesús.
Por eso hoy, mi querido lector, me atrevo a animarte a que sigas compartiendo de tus planes, a que no abandones tus sueños y anhelos, a impulsarte a concluir tus proyectos; a seguir siendo ese amigo o amiga leal, a creer en el amor, a cuidar de los animales y el medio ambiente, a buscar nuevas oportunidades, a mandar a otro empleo tu curriculum, a abrazar, a confiar, a reír, a amarte, a sanar todo aquello que te duele, a contemplar el arte, a disfrutar la vida, el calor, la lluvia, todo aquello que te hace feliz, en lo que encuentras calma, lo que te alienta, lo que te inspira y te motiva a mostrar amor; pero especialmente, guarda todo esto en tu corazón, disfruta tu juventud, tu adultez, tu vida… Y es que ser joven no es solo un símbolo de edad; es vivir y sentir todo con las emociones a flor de piel.
No abandones el amor y la verdad, vive una vida digna, comparte con amigos que tengan sueños y valores similares; sé fiel a lo que crees; honra a tus padres, guarda tus caminos, y sobre todo… permite que Dios sea parte de tu historia.
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