Por Julissa Reynoso Díaz, Psicóloga y Consejera Bíblica Familiar
Pudo haber sido tu abuelo, pudo haber sido tu papá, o un tío, o un hermano. Él decidió irse de manera definitiva, y ya no puedes hacer nada por él. Cuántas veces te cruzaste en su camino, parecía tan normal, a lo mejor se sentía solo, o triste, a lo mejor estaba enfermo y ya no quería sufrir, quizá tenía problemas económicos muy graves, es posible que le hayan dado una mala noticia, tan mala que no la resistió…si, parecía tan normal… Es inevitable preguntarte si hubieras podido hacer algo, a lo mejor si hubieras conversado con él la vez que te saludó con mirada ansiosa, o si hubieras aceptado jugar ajedrez cuando tenía el tablero listo, esperando a alguien que no llegó, si le hubieras invitado a merendar o desayunar o caminar al parque cercano, ahora ya no hay nada que hacer, pero no puedes dejar de sentirte mal, casi culpable, en medio de tu perplejidad.
Algo que pocos saben es que, a diferencia de los jóvenes, los adultos mayores tienen mayor número de factores que orillan su suicidio, muestran menos señales de sus intenciones, los intentos de autolesiones son escasos, sus métodos son más letales y suelen premeditar cuidadosamente sus actos. A veces solo toman la decisión de dejarse morir (suicidio pasivo).
La conducta suicida puede presentarse como el acto en sí de terminar con su vida, o bien atentar contra ella sin querer realmente lograr ese propósito, en medio de este hecho está el anhelo de llamar la atención y modificar sus circunstancias, a esto se le conoce como parasuicidio.
Por lo general se asume que la depresión y la soledad, es lo que impulsa a una persona de la tercera edad a quitarse la vida. Lo desconcertante es que, para las personas de diversas edades, no les es extraño que un adulto mayor tenga gran necesidad de ser escuchado, que se sienta solo y triste, que esté enfermo y relegado de sus familiares…
Ciertamente, aunque en la lista de factores que propician una decisión tan radical y fatal como el suicidio podemos enunciar: enfermedades físicas, degenerativas, discapacitantes, terminales, dolorosas, pérdidas de seres queridos, de estabilidad económica o laboral, adicciones no superadas, enfermedades mentales como bipolaridad, esquizofrenia, párkinson, estados de ánimo crónicos como aburrimiento, desolación, sentimientos de culpa,…la depresión y la soledad son la causa principal.
El subestimar el estado emocional de la persona mayor, por qué se percibe como una situación ordinaria por causa de su edad, es un síntoma de un mal social, en donde se hace notar que la familiarización con ciertas formas de vida ha endurecido la percepción y el corazón de los que formamos parte. Hay tormentas vecinales, y no sentimos las salpicaduras en nuestra piel. Es necesario despertar nuestro sentir y poner atención.
¿Qué hacer? Como dice 1a. Corintios 16:14 “Hagan todo con amor”
Seamos jardineros de la vida, cultivemos y mostremos amor fraterno, a nuestro alrededor, no únicamente con nuestros seres queridos, sino con los que estén al alcance. Obrar de esta manera revivifica de manera completa, porque beneficia a quien recibe y a quien da, lo mejor de todo es que cuando se despierta la sensibilidad del corazón humano, hacia el amor filial, hacia la hermandad, la especie encuentra una oportunidad …en cualquier etapa de su vida, especialmente para aquellos que ya lo dieron todo.
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