Por: Daniela Von Mühlen, Psicóloga en Manaus – Brasil.
Durante el primer año de la pandemia, las encuestas arrojaron que la mayoría de la gente creía que la humanidad saldría mejor de esa situación, que la gente sería más solidaria, cuidaría más a la naturaleza, la sociedad sería más justa y humanitaria tras la experiencia del confinamiento. .
Pero, ¿la tragedia, las privaciones personales y colectivas, el aislamiento, el dolor, el sufrimiento, la pena, podrían transformar positivamente a una persona o a la humanidad?
¿Hacer que la gente sea más comprensiva y empática?
Ciertamente no somos los mismos que antes de la pandemia; el mundo ha cambiado, pero desafortunadamente, no para mejor.
La investigación actual muestra que, hoy en día, la mayoría de la gente cree que nadie será agradable de la noche a la mañana.
El hecho es que muchas personas todavía se preocupan solo por su placer y su libertad individual, de hecho, el individualismo ahora es más fuerte. El uso de alcohol, drogas y medicamentos ha aumentado durante la pandemia.
Los cambios de rutina, la inestabilidad económica, emocional y profesional afectaron a todos.
La conciencia colectiva no avanzó, al contrario, retrocedió. Aumentó la desigualdad social, disminuyó la calidad de vida, empeoraron los hábitos y el estilo de vida, aumento el número de abusos sexuales, agresiones físicas a niños, mujeres y ancianos, aumento el ausentismo escolar y trabajo infantil y aumentó el número de feminicidios.
Cada día más noticias bizarras, un profesional de la salud que viola a una mujer embarazada y sedada en el momento de su parto parece inimaginable, pero sucede. Un niño encadenado por sus padres en la casa o arrojado por una ventana durante una pelea parece inimaginable, pero sucede. El discurso machista alentado por una institución religiosa que debería promover el amor parece inimaginable, pero sucede.
Si no hacemos nada para cambiar, nada será diferente.
¿Y cuál es tu responsabilidad en todo esto?
Para cambiar el mundo, primero debemos cambiarnos a nosotros mismos. La diferencia comienza desde adentro hacia afuera. Comienza por observar tu comportamiento, tus ideas, tus palabras.
Necesitamos volver a aprender a vivir de una manera saludable. Observar no solo los derechos, sino también los deberes. Evaluar y respetar los límites de cada persona.
Que nuestro buen Dios se apiade de la humanidad y nos dé sabiduría, paciencia y persistencia para hacer el bien. Que cultivemos la gratitud y el perdón. Que tengamos responsabilidades y compromiso con nuestro presente y futuro.
Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí. No me eches de delante de ti, y no quites de mí tu santo Espíritu. Vuélveme el gozo de tu salvación, y espíritu noble me sustente. (Salmo 51:10-12)