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Llamando a nuestra puerta

Cuando una enfermedad aparece en nuestra vida, surgen muchas preguntas que invaden nuestra mente. ¿Porque yo? ¿Tenía que ser ahora? ¿A qué médico debo acudir? ¿Es serio? ¿Qué hago?

Obtener las respuestas a estas preguntas es parte del proceso de superación de las enfermedades. Con estas respuestas claras podremos alcanzar la tranquilidad y la motivación para cuidar nuestra salud con la atención necesaria, siguiendo las orientaciones de médicos y profesionales de la salud. De hecho, esta es la primera recomendación que se le puede dar a cualquiera que note que está pasando algo diferente: busque un médico, un profesional sanitario o urgencias.

A pesar de los constantes avances científicos, un sinfín de nuevos medicamentos, modernos estudios realizados en el campo de la medicina y tantos otros cuidados que ha recibido esta área, no es fácil enfrentar una enfermedad. Desgraciadamente, no todo el mundo se preocupa por los enfermos y los trata como a una persona, como a un ser humano. La medicina integral muchas veces es sólo una teoría que no se puede llevar a la práctica debido a la complejidad de cada ser humano.

¿Por qué nos enfermamos?

Cuando hablamos de las causas que nos llevan a enfermar surgen hipótesis que incluyen el cambio climático, la aparición de nuevos virus o bacterias, problemas como el estrés, el insomnio, el tabaquismo, el alcohol y la mala alimentación, e incluso problemas mentales.

De hecho, nunca podemos pensar en una única causa, sino en varias situaciones que acaban ocurriendo al mismo tiempo en una sola persona. Hay causas que deben ocurrir para que exista la enfermedad y hay causas que involucran la predisposición del cuerpo a contraer esta enfermedad.

¿Estoy enfermo o me siento enfermo?

Una cosa es estar enfermo. Otro, bastante diferente, es sentirse enfermo. Hay personas que se sienten mal y, al primer síntoma de algo diferente en su cuerpo, corren al médico. Otros, sin embargo, experimentan síntomas, dolor y sensaciones extrañas pero no se toman el tiempo para programar una cita y ver qué está pasando.

Esto depende de la personalidad de cada persona. Hay gente que va a trabajar con fiebre. Otros, ante el menor signo de cambio de temperatura corporal, acuden a Urgencias para ver qué está pasando. En ambos casos, es importante ser conscientes de lo que está pasando en nuestras vidas. A veces una enfermedad sirve para expresar algo que nos está pasando, pero que no sabemos cómo expresar a quienes nos rodean.

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Definición de “salud”

La OMS – Organización Mundial de la Salud, definió la Salud como un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no sólo la ausencia de enfermedad o dolencia. Por eso, ante cualquier cambio o síntoma en nuestro cuerpo o en nuestra vida, debemos detenernos y buscar una valoración de lo que estamos sintiendo, para que podamos comprender lo que realmente nos está pasando.

La medicina busca tratar las causas y síntomas de una enfermedad. Muchas veces sólo nos preocupamos por la parte física de una enfermedad. Pero somos seres con sentimientos y emociones, seres que necesitamos la compañía de otros como nosotros.

Por eso es necesario cuidar mucho el aspecto mental, porque si estamos sanos mentalmente estaremos mejor preparados para afrontar las enfermedades físicas que nos afectan. Es importante que, ante cualquier anomalía en nuestra salud, podamos acudir al médico para que nos atienda los síntomas. Pero cada vez es más evidente que también necesitamos cuidar plenamente de nuestra vida, observando nuestra salud mental y espiritual.

¿Qué hacer cuando el diagnóstico te asusta?

Cuando recibimos un diagnóstico, nuestros próximos pasos dependen de nuestro estado de ánimo, nuestra motivación y las circunstancias en las que vivimos. Lo primero, fundamental y de suma importancia, es seguir las indicaciones médicas. Sólo ellos pueden evaluar y recomendar el tratamiento correcto para cada situación.

Ya sea que se trate de una enfermedad simple o de algo más raro y peligroso, siempre hay que ser realista, pero tener esperanza es fundamental. No es bueno especular ni comparar con la situación vivida por otras personas.

Al mismo tiempo, la costumbre actual de buscar información sobre una enfermedad concreta en Internet puede llevarnos a la desesperación o a falsas esperanzas. En Internet circula mucha desinformación, así como mucha gente malintencionada que busca sacar ventajas ofreciendo tratamientos milagrosos que resultan ineficaces. Está bien buscar información, pero no hagas nada sin consultar al profesional que está cuidando tu salud.

Cada situación, cada paciente, cada persona es única, y por tanto necesita ser tratada como tal. La forma de afrontar una enfermedad también es diferente de una persona a otra. Algunos ven el vaso medio lleno, otros ven el vaso medio vacío. Algunos ceden ante su enfermedad y otros luchan y afrontan la realidad con esperanza. Sabemos que no podemos cambiar lo que ya pasó, pero sí podemos vivir el presente y cambiar lo que sucederá en el futuro.

Actitudes que importam

Siéntete acompañado
Todos podemos deprimirnos ante una enfermedad. A veces nos sentimos tan vulnerables que acabamos convirtiéndonos en seres frágiles e indefensos. Incluso la persona más fuerte se debilita, se postra y se desmorona ante una enfermedad, por simple que sea. El sufrimiento nos deprime.

Cuando estamos enfermos podemos sentirnos solos, y parece que la soledad hace que nuestra enfermedad sea aún peor, más dolorosa. Pero es muy diferente “sentirse” solo y estar realmente solo. Puede que estemos rodeados de gente, pero nos sentimos solos. No cualquier compañía a nuestro lado nos quitará esta sensación, pero una buena compañía, alguien que realmente se importe, puede acabar con nuestra soledad en estos momentos.

Es genial sentirse acompañado, ya sea por un familiar o alguien en quien confiamos. Todo dolor físico y emocional se puede soportar más fácilmente cuando lo compartimos con alguien. La presencia de un amigo, un ser querido, puede ser el apoyo que necesitamos en este momento tan difícil.

sentirse ayudado
Cuando estamos enfermos es muy común que necesitemos ayuda. Sin embargo, por motivos de orgullo o vergüenza, muchas personas quieren pasar este momento sin nadie que les apoye y les dé fuerzas. Es ese sentimiento de “nunca dependí de nadie”, pero ahora, cuando necesitan que alguien los cuide, les dé medicamentos, les ayude a comer, cambiarse de ropa, bañarse o limpiar, se sienten completamente avergonzados.

Estamos acostumbrados a ser independientes, a hacer lo que queremos, a conseguir las cosas con nuestras propias fuerzas y vivimos en una sociedad cada vez más individualista. Por eso, tener que depender de otras personas puede resultar tan difícil que dificulta la recuperación. Cuando aprendemos a confiar y depender de quienes realmente quieren ayudarnos, el proceso de recuperación puede ser más fácil y mucho menos agotador.

Confianza
Es fundamental poder depositar nuestra confianza en aquellas personas que están cuidando de nuestra salud y de nuestra recuperación, y de las que dependemos. En otras palabras, confiar en el médico, enfermeras, técnicos, familiares y amigos que nos están apoyando.

Una gama de enfermedades
Todos podemos contraer distintos tipos de enfermedades, y cada día surgen otras variantes que pueden ser más graves que las que ya conocemos, hasta que se encuentre una vacuna o un medicamento que sea eficaz para tratarlas. Vivir con miedo no es la solución a esta realidad. Necesitamos tomar los cuidados necesarios y adecuados, utilizando todo lo que podamos para reforzar nuestras defensas y barreras físicas.

Hay que tener en cuenta que incluso las personas más fuertes y sanas pueden enfermarse en cualquier momento. Nadie está completamente exento de enfermarse. Y algunas enfermedades pueden ser más fuertes y agresivas que otras, difíciles de superar. Por eso, siempre es importante acudir al médico rápidamente, para que puedas identificarlo y tratarlo lo antes posible. De esta manera tendremos más posibilidades de combatir el mal que nos aqueja.

¿Por qué Dios permite que nos enfermemos?

Es muy probable que ya te hayas hecho esta pregunta varias veces. Sin duda, como seres humanos, muchas veces no logramos comprender el pensamiento y la manera de actuar de Dios. Pero podemos estar seguros de que Dios no nos controla como si fuéramos marionetas o robots. Nos dio la libertad de elegir cómo tratar nuestro cuerpo con nuestra dieta y hábitos. Muchas veces cometemos errores en estas elecciones y debemos afrontar las consecuencias que nos llevan al sufrimiento y, en este caso concreto, a padecer enfermedades. E incluso si somos muy cuidadosos en el cuidado de nuestro cuerpo, aún podemos enfermarnos. Después de todo, seguiremos enfrentándonos a la enfermedad, el sufrimiento y la muerte porque ésta es la condición humana actual.

Necesitamos saber que Dios permite que esto suceda, pero podemos estar seguros de que nunca nos abandona. Al contrario, él camina a nuestro lado en cada momento, dándonos la fuerza y ​​la esperanza que necesitamos para afrontar cada situación difícil de nuestra vida.

Cuando tenemos una hija o un hijo enfermo

Sin duda, esta es una situación muy difícil a la que nos tenemos que enfrentar los padres. Es fundamental que la familia esté unida y pueda apoyarse mutuamente. Esto le dará seguridad y fortaleza al niño que está enfermo.

En estos momentos, a todos nos surgen preguntas normales y, en cierto modo, lógicas: ¿Por qué alguien tan pequeño necesita sufrir? ¿Por qué alguien tan joven tiene que pasar por esto? Es entonces cuando debemos cambiar la pregunta. Debemos cambiar el “¿por qué?” por “¿para qué?”. En otras palabras, ¿por qué estamos pasando por esto?

Y algunas respuestas podrían ser: Dar más valor a la vida, a lo poco o mucho que tenemos, a todos los que nos rodean y apoyan. Para que podamos ver que, a pesar de las adversidades, hay alguien que nos da fuerzas y motivos para seguir adelante. Para que prestemos más atención a los pequeños detalles únicos que nos llenan de felicidad.

Con paciencia, con amor, dedicación y trabajo solidario, podemos extraer algún aprendizaje de esta situación de un hijo o hija enfermo, aunque todo ello quede eclipsado por la tristeza que nos embarga.

Es muy importante ser sinceros y honestos, con nosotros mismos y con quienes están enfermos. Sobre todo, amarlo como un niño necesita, merece y debe ser amado. Y no podemos evitar recordar que los niños son un regalo de Dios, por eso tenemos que aprovechar al máximo cada día, cada minuto que tenemos con ellos.

Cuando tenemos una persona enferma en la familia

Vivir con una persona enferma no es la tarea más sencilla. Dependiendo de la enfermedad y de la intensidad con la que afectó a la persona, todos los que conviven acaban sintiendo cambios en su estado físico, mental y espiritual.

Las personas que conviven con alguien que está enfermo en casa pueden experimentar dolores musculares, por ejemplo, debido a la necesidad de ayudar al paciente a moverse constantemente. También pueden surgir problemas psicológicos, como depresión, cansancio, desaliento, ansiedad y aislamiento por dedicarse sólo a los enfermos. Cualquier persona que cuida a una persona enferma puede ver afectado su equilibrio emocional porque acaba “olvidándose” de cuidar de sí mismo.

Es necesario evaluar siempre la situación que se vive y buscar un equilibrio entre la atención que requiere el paciente y el cuidado de la propia vida. Si esto no se hace correctamente, es posible que, con el tiempo, no sea sólo una persona la que esté enferma, sino dos, y todo se volverá aún más difícil.

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¿Y QUÉ MÁS?

Por mucho cuidado que tengamos con nuestra salud, las enfermedades surgen y pueden ser graves, llegando al punto de amenazar nuestra vida. Algunas de ellas pueden deberse a algún desequilibrio en nuestra forma de vida. Muchas veces vivimos sin parar de cuidarnos. Pero nunca es demasiado tarde para cambiar eso.

Cuando estamos enfermos, nos damos cuenta de lo débiles que somos, y aceptar esta debilidad es un acto de valentía y fuerza interior. A menudo, el proceso de curación de una enfermedad implica aceptar y adaptarse a lo que es diferente en nuestras vidas. Toda enfermedad trae consigo miedos, angustia, dolor, dependencia y confianza en los médicos, enfermeras y familiares.

Aceptar la enfermedad significa también reconocer que Dios es el creador del universo, dador de la vida y el único que tiene poder sobre él. Por eso siempre es sabio confiar en Dios y su voluntad.

A nadie le gusta afrontar una enfermedad, pero cuando la aceptamos y aprendemos de ella, incluso esta situación dolorosa puede traer aprendizajes y beneficios a nuestra vida.

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