En la vida siempre tendremos momentos difíciles; algunos de ellos nos marcarán. Estas marcas a veces se pueden ver en unas pocas áreas, y otras llegan a diversas áreas de la vida; a veces de manera superficial y en otros casos de manera profunda, a veces consientes de ellas y de otras ni nos damos cuenta. Lo importante es que identifiquemos estas heridas y cómo nos afectan, al hacerlo podemos dar un paso para llegar a sanarlas. Así lograremos desarrollar todo nuestro potencial y ser quien realmente se supone que seamos, llegando a vivir plenamente cada área de nuestra vida.
2 de cada 3
personas han sufrido alguna clase de trauma o situación adversa en la infancia (Estudio de experiencias adversas en la infancia)
4 o más
Las personas que han sufrido 4 o más situaciones adversas en la infancia, tienen el doble de probabilidades de ser fumadores, 12 veces más probabilidades de intentar suicidarse, 7 veces más propensos a ser alcohólicos y 10 veces más propensos a usar drogas (Estudio de experiencias adversas en la infancia).
Desde que nacemos la vida nos va dando diferentes experiencias. Vamos creciendo en base a ellas, y forman nuestro ser, memorias e influyen en nuestra personalidad. Muchas de estas experiencias pueden se fuertemente positivas, así como negativas. Ambas forman parte de quienes somos. Las experiencias negativas pueden llegar a ser heridas, o traumas que dejan marcas. Es siempre nuestra decisión si estas nos destruyen y nos atan al pasado o nos impulsan a seguir adelante con fuerza y osadía para enfrentar todo lo demás que venga a nuestra vida en el futuro.
En muchas ocasiones las heridas en nuestra vida son inevitables, en algunos casos porque somos niños o porque no está a nuestro alcance evitarlo, como el caso de algún desastre natural. De lo que sí podemos estar seguros es que está a nuestro alcance sanarlo. Una frase interesante es que “El pasado regresa cada vez que no sanamos una herida” y sin darnos cuenta muchas veces estamos viviendo en el pasado. La sombra de lo que nos ha pasado nos sigue asediando y persiguiendo hasta que hacemos algo para dejarlo ir, para encontrar paz y armonía en nuestro ser.
Todos quisiéramos que fuera tan fácil como chasquear los dedos o usar una varita mágica para eliminarlo y que no nos afecte, eso sería como un sueño para cualquiera de nosotros.
El pasado regresa cuando no lo sanamos
Hay una canción que dice: “ya lo pasado, pasado”, haciendo referencia a que lo dejamos atrás. Muchas personas nos podrán decir que debemos olvidar las cosas que pasaron y que el tiempo cura las heridas, pero en realidad casi nunca lo hace, muchas veces las empeora, porque involuntariamente el pasado regresa. Esto no sucede todos los días o a cada momento, pero sí en algunos instantes que nos conectan con la situación que vivimos, cosas que lo detonan y nos recuerdan el pasado, y nos conectan con el dolor. Otras veces tenemos que vivir este dolor cada día, porque ha afectado áreas importantes de nuestra vida.
Todos quisiéramos que fuera tan fácil como chasquear los dedos o usar una varita mágica para eliminarlo y que no nos afecte, eso sería como un sueño para cualquiera de nosotros. Pero no es tan fácil, será un proceso que cada uno debe ir descubriendo.
El pasado regresa y cada vez más duro y fuerte, hasta que lo escuchamos para sanarlo, a veces regresa a través de la enfermedad, ansiedad, ataques de pánico, depresión, culpa, dolor, dificultad para relacionarse con los demás, enojo, ira, irritabilidad, olvidos, resentimiento, pesadillas, baja autoestima, estado constante de alerta, desconfianza, adicciones y la lista podría seguir. Lo que debemos saber es que esto causa sufrimiento y dolor en muchos aspectos de la vida y no merecemos vivir con este dolor, y mucho menos creer que debemos llevarlo para siempre.
Es mucho más difícil vivir este pasado cuando ha tenido que ocultarse en secreto, algo que se debe guardar solo para sí mismo o entre la familia, algo que no se tiene que mencionar pues popularmente se dice “los trapos sucios se lavan en casa”. Este concepto nos hace creer que estamos solos en esta situación y nos lleva inevitablemente al aislamiento y a la soledad. Hace más pesada la carga, nos llena de culpa, dolor, y distorsiona las relaciones con los demás. En ocasiones esto sucede porque quienes debieron protegernos fueron quienes permitieron que las cosas dolorosas sucedieran. A veces nos aleja de otros porque decidimos guardarlo y no pedimos ayuda por temor o culpa.
Las heridas pueden ser diferentes en cada individuo, ya que lo que puede causar dolor a una persona, puede no hacerlo en otra. La misma circunstancia en la vida de las personas causará en cada uno una diferente herida. Por esta razón al sanar nuestras heridas y acompañar a otros a sanarlas, debemos aprender a darle valor a la situación y entender los sentimientos que se vivieron en ella, al reconocer que ha causado dolor y dar un espacio de sanidad. Todo esto es un inicio para sanar, pues reconocemos que nos han lastimado y nos permite encontrar formas de seguir adelante, para esto todo lo que expresemos debe ser sincero y honesto con nosotros mismos y con los demás.
Algunas de estas situaciones pueden causar heridas:
Estas situaciones en sí mismas no son o serán heridas, depende de nosotros qué tanto influyan en nuestra vida, también los aspectos como: cantidad de veces que sucedieron, las relaciones significativas con las que hemos contado, la capacidad familiar para sobrellevarlas, las circunstancias alrededor del evento, la edad que tenía cuando ocurrieron, entre otros aspectos. El amor es otro factor determinante. Entre más amados, fortalecidos y cuidados cuando niños, esto nos proporciona más herramientas para afrontar las circunstancias e influye directamente en la superación del evento.
Aunque no lo creamos o veamos así, todos podemos y tenemos la fortaleza para salir de estas situaciones y sanar heridas, solo debemos entender que debemos pasar por un proceso y a veces esto será lento. En este proceso poco a poco reconstruiremos en nosotros mismos nuestra identidad y confianza. Volveremos a descubrirnos a nosotros mismos fuera del dolor y conoceremos nuestra forma personal para sanar y mejorar.
Todos los seres humanos somos resilientes, en otras palabras, capaces de sanar y aprender de lo sucedido, capaces de superar las situaciones adversas que hemos tenido. Aunque estas circunstancias o estas heridas nos hayan pegado muy fuerte y profundo que no nos permitan ver esa posibilidad, han lastimado nuestro espíritu de tal forma que no vemos el futuro con esperanza, o encontramos la calma después de la tormenta, pero debemos estar seguros que ahí está y estará, solamente debemos tomar la decisión de caminar hacia ella.
Busca tus fortalezas: todos los seres humanos tenemos cosas positivas y aspectos a mejorar, enfócate en todos los aspectos buenos que tienes. Crea un listado de todas tus fortalezas y capacidades. Es mucho más fácil ver lo malo en nosotros mismos y ser muy duros. Si este es tu caso, busca personas cercanas que te conocen y que te quieren y pregunta las cosas buenas que pueden ver en ti mismo para este listado, empieza a darte cuenta de ellas y a creerlas, dilas en voz alta para ti mismo.
Desarrolla lo positivo que hay en ti: Como seres humanos no somos perfectos, pero podemos mejorar. Todos necesitamos mejorar en aspectos como entrenar la paciencia, dominar el enojo, en poder ver lo positivo de las cosas, la disciplina y otros valores y cualidades que podemos desarrollar, solo sé amable, paciente y cuidadoso contigo y decide un aspecto que deseas hacer diferente y cámbialo a tu propio ritmo.
Busca relaciones que te hagan crecer: siempre hay personas alrededor que nos aman y nos ayudarán a crecer. El dolor y las heridas nos alejan de las personas, e incluso nos acercan a personas que nos lastiman, a relaciones toxicas que nos amarran y nos paralizan. Por eso debemos conscientemente buscar reconectarnos sanamente con personas que nos hacen bien, relaciones que nos liberen y nos ayuden a enfrentar las situaciones que vivimos, que nos hagan ver lo bueno que somos y con quien podamos hablar y nos aconsejen adecuadamente. Recuerda también que nunca estuviste solo, que han habido personas en tu pasado que te mostraron el camino y te amaron: padres, abuelos, maestros, amigos o vecinos que te mostraron amor y compasión. Toma estas relaciones positivas del pasado y deja las relaciones toxicas atrás.
Cuidarte y muéstrate amor: las experiencias dolorosas nos devalúan, los maltratos y desprecios debilitan nuestra autoestima. Debes contrarrestarlo conscientemente y cuidarte, darte muestras de afecto a ti mismo.
Busca ayuda profesional: no siempre podremos hacerlo solos, y muchas veces necesitaremos un poco de ayuda de un profesional, un psicólogo, psiquiatra o consejero, alguien que sepa muy bien lo que está haciendo y que nos ayude a ver esa luz al final del túnel que a veces no vemos.
Tarde o temprano es importante que tomes el coraje de enfrentar este pasado y las heridas que te lastiman y opacan para no dejarte brillar. Ármate de valor, encuentra cuáles son tus herramientas personales, cualidades y valores y quienes son tus aliados en esta lucha, pueden ser personas cercanas como tus padres, hermanos, abuelos, pueden ser amigos y amigas que estén dispuestos a estar para ti y que te valoran y quieren lo mejor para ti, o incluso algún grupo de ayuda relacionado al tema. Recuerda que has llegado hasta este momento y este es el mejor momento para dejar de lado el pasado y volar hacia un nuevo futuro, donde todo lo que te sucedió puede llevarte a encontrar un propósito más allá del dolor. Este es el momento de empezar a vivir una vida nueva.
“Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia”.