Por: Michelle Hillig Schmidt – Enfermera en São Paulo – Brasil.
La carrera de la vacunación ha cambiado la forma en que vemos la pandemia de Covid-19. El mundo entero espera con ansias vacunas que sean eficaces, que ayuden a reducir los casos de contagio y alivien los hospitales sobrepoblados.
Experimentamos un paradigma. Por un lado, vemos la indiferencia y el cansancio de la población ante la aparición de una segunda ola de la pandemia. Ante este triste escenario, algunas personas, armadas con posiciones de poder, aprovechan la situación y se saltan la línea de vacunación para su propio beneficio. Entre tantas otras noticias, estos ejemplos son solo reflejos del pecado y del sentimiento individualista que habita en el ser humano.
Por otro lado, ya vislumbramos esperanza con el inicio de la vacunación; una luz al final del túnel, gracias al esfuerzo de tantos profesionales en este proceso, desde el desarrollo de una vacuna segura hasta su distribución y aplicación. Y solo podemos, debemos agradecer a Dios por dar vocación y dones a tanta gente.
Cabe mencionar que aún vivimos en una época que requiere de nuestra paciencia y mucha cautela. Aún estamos en el inicio de la vacunación y, hasta que la vacuna no logre la hazaña que esperamos, no podemos relajarnos en las medidas preventivas como la higiene de manos, el uso del tapabocas y el distanciamiento social. Estas medidas no sólo reflejan nuestra preocupación por nuestras propias vidas, sino que afectan directamente la mía con la vida de los demás.
Cada uno de nosotros es importante a los ojos de Dios. Así como Jesús no sólo enseñó el amor al prójimo, sino que también demostró ese amor mientras vivió aquí entre nosotros, como sus embajadores tenemos el privilegio de servir con amor en la sociedad.
Después de prácticamente un año de la pandemia y sus desafíos, podemos decir que cada persona se vio afectada de alguna manera; unos por la pérdida de alguien cercano, otros por el desempleo, muchos sufriendo ansiedad o depresión… la lista es bastante larga. Ante esta triste realidad, podemos aferrarnos a las promesas de Dios y afirmar que Él está a nuestro lado en cualquier situación. Dependemos de su inmenso amor que calma y consuela nuestros corazones al otorgarnos la Salvación.
Me atrevo a dejar aquí una frase relatada por un amigo cercano: «Nunca sabrás que Dios es todo lo que necesitas, hasta que Dios sea todo lo que tienes».