Por: Daniela von Mühlen – Psicóloga y sicoterapeuta de pareja, familiar y individual – Brasil.
Personas de todas las edades y clases sociales se suicidan. Cada 40 segundos una persona se suicida en el mundo, totalizando casi un millón de personas cada año. Se estima que entre 10 y 20 millones de personas intentan suicidarse a cada año. De cada suicidio, de seis a diez personas más se ven afectadas directamente, sufriendo graves consecuencias que son difíciles de reparar.
Estos y otros datos se encuentran fácilmente en Internet y en materiales relacionados con la salud y la prevención del suicidio. Pero, ¿qué pasa cuando la prevención ya no es posible? ¿Cuándo la familia ya es víctima de muerte por suicidio? ¿Qué hacer?
Según OMS – Organización Mundial de la Salud, el 90% de los casos de suicidio se pueden prevenir, siempre que existan condiciones mínimas para ofrecer ayuda voluntaria o profesional.
Escuché el testimonio de una pareja que había sido víctima del suicidio de una hija hace un tiempo, informaron lo difícil que fue escuchar y conocer estos datos sobre las posibilidades de prevención. La culpa les llegó de la manera más cruel y dolorosa, como si no hubieran hecho lo suficiente por su amada hija. Las preguntas sobre cómo podrían haberlo evitado eran frecuentes y convivir con el juicio de familiares, amigos y conocidos estuvo presente a diario durante mucho tiempo.
Las familias informan sobre poca o ninguna asistencia, apoyo y tratamiento después del suicidio. Tenemos que pensar y actuar sobre esto, ¿no es así?
¿Cómo lidiar con alguien en proceso de duelo por suicidio? Una vez más, escuchar es mucho más relevante que hablar. Bienvenido, pero que duela. Este momento hay que vivirlo, hay que expresar los sentimientos y se hacen de diferentes formas para cada persona, cada uno tiene su propia manera de vivir su dolor y no estamos aquí para juzgar, opinar o comparar, sino escuchar y acoger.
No juzgues la muerte, sus motivos y medios. No intentes minimizar el dolor ni ser indiferente. El sufrimiento ya está muy presente en esta familia y cada persona tiene sus propios recursos internos para atravesar cada situación. Estar disponible es la mejor opción.
La prevención es importante, pero cuidar y apoyar a los dolientes sin juzgarlos es un acto de amor.