Por: Mariana Jaunsolo – Montevideo, Uruguay.
La organización nunca ha sido mi fuerte pero con una rutina de horarios establecida por las distintas obligaciones lograba medianamente cumplir con todo, muchas veces al costo de una mala noche de descanso por la ansiedad de tachar todos los pendientes. Con la llegada del coronavirus a nuestro país y la necesidad de mantener el aislamiento, esa rutina cambió drásticamente.
Aparentemente ya no haría falta cronometrar cada actividad para poder llegar al colegio a tiempo y la jornada laboral se flexibilizó en gran medida. Toda esta situación de crisis mundial a pesar de generar mucha incertidumbre y temor parecía presentar una oportunidad para desacelerar la vida y conectarnos con aquellas cosas que siempre anhelamos hacer cuando tuviéramos tiempo. ¿Sería esto realmente posible?
Como seguramente les habrá pasado a muchos padres y madres, en este tiempo de cuarentena me tocó hacer frente a situaciones y asumir roles que naturalmente había delegado. Por ejemplo, ser maestra de una niña de 4 años, tarea que no ha resultado fácil.
No solo no dejé de sentirme agobiada por los pendientes sino que ahora además de mis responsabilidades se sumaron las tareas escolares y las clases virtuales. Debo reconocer que luché mucho contra esta situación, mi frase recurrente fue “yo no me formé para esto” y ciertamente me angustié mucho al pensar que mi hija sería la única con la tarea incompleta y que esta situación me posicionaba lejos de ser la madre perfecta.
También resultó difícil que ella entendiera que aún estando juntas en casa todo el día yo tenía mis responsabilidades y no podía dedicarle toda la atención que demandaba. La necesidad de manejar su frustración y la mía me llevó en determinado momento a reflexionar sobre como quería transitar este tiempo tan particular.
Si esta situación no va a ser para siempre por qué no retomar la idea original de desacelerar la vida, ¿qué podría perder?. No estuvo nunca en mis planes hacer a un lado las responsabilidades pero si comencé a pensar que era necesario priorizar lo importante para no desesperar en el intento de cumplir con todo.
Hace unos días reflexionábamos con una amiga sobre el siguiente versículo
“Solo yo se los planes que tengo para ustedes. Son planes para su bien, y no para su mal, para que tengan un futuro lleno de esperanza” Jeremías 29:11
Cuanto alivio se puede sentir al saber que a pesar de lo que vivimos como dificultades ya existe quien hizo los planes por nosotros y tenemos en quien descansar nuestras preocupaciones, temores y aflicciones. ¿Por qué cargarnos de ansiedad de las cosas de este mundo si ya hay alguien que planeó un futuro esperanzador, cómo puedo yo colaborar para ese futuro?
De a poco iremos entrando en la tan mencionada “nueva normalidad”, es posible que mi hija vuelva un día a clases sin su tarea completa o que yo tenga que redoblar mi esfuerzo para ponerme al día con los pendientes. Pero ambas recordaremos este tiempo como una época que a pesar de las dificultades finalmente la atravesamos con gozo y muchas sonrisas compartidas.
Finalmente es bueno recordar siempre que, en Dios, tenemos un lugar seguro en dónde descansar nuestros temores, preocupaciones, pesares y las cargas cotidianas. Si todo esto te deja ansioso, ven a vivenciar con nosotros y visita nuestra página sobre ansiedad.